domingo, 27 de noviembre de 2011

Yo quiero un dildo

 Siempre le había causado cierta extrañeza aquello de que a los hombres, o al menos a algunos, o que había algunos, de los que no conocía a ninguno, pudiesen experimentar algún tipo de placer siendo penetrados por su retaguardia...¿tendría eso algo que ver con la homosexualidad?. Ya en alguna ocasión le comenté a la Reina los placeres de la estimulación prostática y siempre se me quedaba mirando con ese gesto tan suyo a medio camino entre la incredulidad, la indulgencia y la curiosidad.
 Después de su primera visita en que tomó posesión de su casa y de su esclavo, me visitó en muchas otras ocasiones en las que me deleitaba dejando que la ofreciese mis servicios como cocinero y siervo y ella observó que tenía entre todo el caos de mi habitación de trabajo una caja, un envoltorio, con la imagen de una mujer ajustando a su sexo un aparato con un doble pene, no dejó pasar la ocasión para volver a preguntarme acerca de lo que era aquello, expliqué lo que era un arnés doble, y siempre decidida..."tenemos que probarlo".
 Tras la comida me señaló el camino del dormitorio, se sentó en el borde de la cama y me desnudó como ya había tomado por costumbre hacer, el ritual ya lo había aprendido yo, y sabía que ante la Reina es tu cuerpo el que permanece desnudo para que sea utilizado por ella a su satisfacción, yo como siervo me complazco con el glamour de sus piernas y pies en la medida que ella me lo regale, "¿donde está el aparatito ese?", abrí uno de los cajones de la mesilla en que lo guardaba desde hacía tiempo inveterado, y saqué el arnés doble que permanecía nuevo y sin uso en espera de dueña, "ponmelo" (que dirían los inventores de aquella campaña sobre preservativos si viesen el nuevo uso de su eslogan), la Reina se había desprendido de su blusa y su falda, ajusté las correas del dildo a sus caderas estilizadas, sentí mientras lo hacía la suavidad de su piel, eso ya me excitó sobremanera, simpre imperativa "túmbate boca abajo", así lo hice, le alcancé un tarro de vaselina que había sobre la mesa, embadurnó con ella mi agujero y su nueva arma, "ayúdame a penetrarte", tomé su pene y lo guié hasta la entrada, empezó a empujar lentamente hasta poco a poco introducir todo su pene en mi, me derrumbé sobre la cama mientras sentía como con pequeños movimientos presionaba mi próstata, le supliqué que se echara encima de mi, ella así lo hizo, sentía su cuerpo poseyéndome, haciéndome gemir de placer, volvía la cabeza y veía su mirada entre placentera y divertida, disfrutando de su posesión, de su dominio hacia mi, del placer que me suministraba y que me tenía completamente bajo su control, me agarraba del pelo e inclinaba mi cabeza hacia atrás, como una amazona que cabalga sobre su montura, pedí más y más y ella me violó implacablemente, estallé en un orgasmo imparable mientras la contemplaba a través del espejo del armario de la habitación, quedé totalmente exhausto, la Reina extrajo lentamente su pene de mi cuerpo, se sentó a mi lado mientras yo yacía boca abajo como me había tenido todo el tiempo y sonrió...    
  

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