Y llegó el cumpleaños de la Reina, es una fecha especialmente señalada en el calendario, sobre todo para su esclavo personal, pero como homenajear a una mujer tan singular...tras mucho pensar me decidí por ofrecerle algo que para ella es parte de su personalidad e instrumento imprescindible de la exhibición de su poder, algo de lo que una diosa nunca tiene suficiente...tacones de aguja. Después de muchas cavilaciones encontré algunos que me parecieron dignos de ella, y algo distintos de los que ya había exhibido ante mi, o mejor dicho, por encima de mi.
Cuando se los entregué pareció que le gustaron, pero dijo enigmáticamente "habrá que buscar una ocasión especial para estrenarlos". No entendí muy bien a que podía referirse, tal vez a alguna fiesta o celebración especial, una cena elegante, como siempre autoritaria y tajante "ya lo sabrás".
Con motivo de asistir a una de las cenas programadas por la Reina, se presentó en mi casa, traía en sus preciosos pies unas sandalias veraniegas alzadas con unas prominentes cuñas, lucía elegante y hermosa como siempre, las cuñas reafirmaban la línea de sus piernas y definían aún mejor lo ya perfecto de sus formas. Me dispuse a arreglarme para acompañarla a la cena, cuando observé que también traía consigo una bolsa, "antes de ir a cenar habrá que estrenar los tacones", le pregunté un poco confuso sobre lo que quería decir, la Reina no da muchas opciones, "desnúdate y arrodíllate".
Obedecí sin tardar como de costumbre, ella tomó asiento, se desprendió de las sandalias y de la bolsa sacó los tacones que hacía días le había regalado, los enfundó en sus pies, hizo un cruce de piernas magnético, de los que muy pocas saben hacer, "¿tengo que decir algo más?" pronunció. Desde luego que no hizo falta, arrodillado ante ella, quizá una de las perspectivas más bellas que conozco en el mundo, comencé con la adoración necesaria.